Cuando la ética del periodismo se tambalea, la indignación se convierte en mercancía. Recientemente, The New York Times exhibió un claro ejemplo: su célebre portada con la imagen de un niño desnutrido en Gaza, presentada como símbolo de genocidio israelí, resultó ser una manipulación. El niño, de apenas 18 meses (en el momento de la foto), Mohammed Zakaria al-Mutawaq, no padecía inanición causada por bloqueos de alimentos, sino a condiciones medicas preexistentes como parálisis cerebral, hipoxemia y otros trastornos genéticos. Según The Wrap en su articulo que lleva por nombre New York Times Corrects Story on Starving Gaza Boy, Says He Suffered “Pre-Existing Health Problems” ¿hasta que medida puede el periodismo utilizar fotos que no corresponden adecuadamente a la lectura de un articulo?

Corrección Tardía y Escondida
La rectificación del periódico llegó cinco días después de la publicación original, y no desde su cuenta principal en X (con 55 millones de seguidores), sino desde una cuenta secundaria de relaciones públicas con apenas 89 000 seguidores – un esfuerzo mínimo para contrarrestar un daño mediático que ya estaba hecho– El embajador israelí en EE.UU. calificó el incidente como un caso de “propaganda eficaz” donde: “La acusación se lanzó, la demonización de Israel se consumó… pero la corrección apenas alcanzó a unas decenas de miles .” ¿Por qué sucede este error en uno de los periódicos más influyentes a nivel global? ¿por qué la disculpa tardía en una cuenta secundaria y no en la principal plataforma? ¿por qué pocos medios de comunicación pasaron este hecho por alto?
Una narrativa que vendió indignación
Explotar la imagen de un niño famélico se vendió bien, titulares dramáticos, portadas sentimentales, moralizaciones instantáneas, a su vez nadie cuestionó la protección de la imagen del niño, ¿por qué los cuidadores del niño y medios de comunicación colocaron una fotografía nítida y explicita de un niño con el torso desnudo, mientras en otras latitudes se preserva la imagen de un presunto delincuente? . No importa, por que en efecto, ni a los tutores de los menores gazaties, ni a uno de los periódicos más importantes les interesa la integridad de ningún niño palestino. No obstante la verdad salió a la luz, pero el daño ya estaba hecho. Naftali Bennett, político israelí, lo retrató sin titubeos “Después de generar un tsunami de odio hacia Israel con esa imagen aterradora, el NYT admite en silencio que el niño tenia condiciones preexistentes. ¿Tienen vergüenza?”
El periodismo que se dobla ante la controversia.
La reacción no se hizo esperar: el edificio del NYT fue vandalizado con la frase “NYT lies, Gaza dies” y pintura roja, como símbolo del rechazo popular a una supuesta manipulación mediática. Desde figuras publicas como Netahyahu, hasta observadores independientes como David Collier, figura pública en temas de política y antisemitismo, se alzaron críticas duras señalando al periodismo como parte de un engaño masivo. Y esta foto lo es, es una manipulación mediática trabajada cuidadosamente, los altos directivos de estos periódicos auspician lo anterior.
Que una gran publicación caiga en el facilismo emocional en vez de buscar la verdad muestra hasta qué grado la narrativa progresista prioriza la estética del conflicto antes que el fondo. En una región donde la justicia y la verdad son esenciales, distorsionar la realidad para atraer simpatía no es solo irresponsable: es inmoral.
