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sábado, noviembre 8, 2025
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Kinosidio: El Crimen Contra la Humanidad Que el Progresismo Prefiere Callar

Israel ha introducido un término punzante y revelador: kinosidio, una palabra forjada para expresar una crudeza histórica negada por buena parte del progresismo contemporáneo.

¿De dónde surge el término ?

El concepto de kinosidio fue acuñado por un grupo de expertos en derecho internacional del Civilian Commission on Hamas Crimes Committed on October 7 Against Women and Children, en colaboración con el ex ministro canadiense de justicia e investigador Irwin Cotler, y con el apoyo del Raoul Wallenberg Center for Human Rights.

En un informe de 79 páginas, los especialistas explican que el término describe un crimen contra la humanidad caracterizado por la destrucción sistemática del núcleo familiar como instrumento de terror. A diferencia del genocidio – que se dirige contra grupos nacionales, étnicos o religiosos- el kinosidio apunta directamente al tejido más íntimo de la sociedad: las familias. 

El profesor Yuval Shany lo resumió con dureza: “Como el genocidio, que dirige contra un grupo, el kinosidio representa un ataque contra ese grupo, utilizando las relaciones familiares y los vínculos emocionales, simbólicos e identitarios como forma de maximizar el daño.

¿Qué significa este término?

La palabra kinosidio combina kin (familia, vínculo) con –cidio (de asesinato o destrucción). Su innovación radica en dar nombre a una violencia que va más allá de los cuerpos: destruye la identidad emocional de un pueblo al golpear a su unidad más sagrada, la familia. Es una tipificación semántica que exige visibilizar un crimen con intención y brutalidad inéditos.

Campamento improvisado entre árboles con basura alrededor.

La incomodidad del progresismo
 
Lo que molesta al progresismo moderno es que kinosidio rompe su narrativa simplista: ya no es solo “resistencia contra ocupación” o “víctimas marginadas”. Es una etiqueta que obliga a reconocer que el odio antijudío se actualiza en cada ataque dirigido al corazón de sus familias. Es aceptar que detrás de los estandartes de “liberación” hay también horror puro, y que ese horror no puede maquillarse con progresismo ni retórica identitaria.
 
Mientras buena parte de la izquierda global celebra el anti-Israel como causa moral, Israel responde con un concepto legal, preciso y doloroso: kinosidio. Ese golpe semántico cambia las reglas del juego.
 
 
 

El poder del lenguaje

Quien controla el lenguaje controla la narrativa. Progresistas expertos en branding cultural han impuesto conceptos como “resistencia” y “liberación”, incluso cuando describen actos terroristas. Kinosidio devuelve la palabra al centro del debate: no hay justificación ética. Ni retórica que enmascare el asesinato sistemático de familias.

Casa dañada por incendio con escombros visibles

Israel y la lucha por la verdad

Este término no es un recurso propagandístico improvisado sino una herramienta jurídica y moral. Reconocer kinosidio implica denunciar la instrumentalización del dolor, la explotación del sufrimiento y esa perversión de la empatía que el progresismo ha institucionalizado, viviendo de símbolos, slogans y victimismos fáciles. Pero el lenguaje de la guerra es más cruel y exacto: define, distingue, nombra. Pone a los sicarios cara a cada con sus crímenes, obliga a mirarlos sin filtros. La verdadera pregunta es incómoda ¿le duele más al progresismo que Israel exista y se defienda, o que haya descubierto un nombre que destruye su narrativa?

3 COMENTARIOS

  1. Kinosidio: El poder y el riesgo de nombrar
    Dos miradas sobre un término que divide el lenguaje moral y político de nuestro tiempo.
    A favor: El lenguaje del poder, cuando nombrar se vuelve un acto moral
    “Kinosidio” desafía la hegemonía del discurso progresista y reivindica la palabra como herramienta de justicia frente a la manipulación del dolor.
    -El progresismo ha convertido la empatía en instrumento político, una forma de manipular el sufrimiento mediante símbolos y slogans que sustituyen la verdad por relato. En ese contexto, kinosidio aparece como un acto de resistencia: una manera de devolver al lenguaje su filo moral. Nombrar, dice el texto, no es odiar, sino hacer justicia.
    “El lenguaje de la guerra no es apología de la violencia, sino defensa de la claridad frente al sentimentalismo institucionalizado.” Y La pregunta final —¿le duele más al progresismo que Israel exista o que haya destruido su narrativa? sintetiza el desafío: romper con el monopolio de la compasión y devolverle a la verdad su dignidad.
    En contra: El lenguaje del poder, cuando nombrar también puede herir
    Responder al “kinosidio” es defender la empatía frente a la crudeza del discurso que pretende monopolizar la verdad.
    Nombrar no siempre revela la verdad; a veces la simplifica hasta desfigurarla. El kinosidio, presentado como lenguaje moral y valiente, corre el riesgo de sustituir la empatía por la dureza, y el análisis por el juicio.
    El problema no es nombrar, sino creer que solo una voz tiene derecho a hacerlo.
    El progresismo no vive del dolor ajeno: busca visibilizarlo. La empatía no es manipulación, sino resistencia ante la indiferencia. Los movimientos sociales y los derechos humanos nacieron precisamente de esa sensibilidad. Reducir la compasión a una herramienta ideológica es ignorar su papel histórico como fuerza transformadora.
    El llamado “lenguaje de la guerra” puede parecer honesto, pero su crudeza puede volverse ceguera moral. Nombrar sin matiz puede justificar la brutalidad bajo la apariencia de franqueza.
    “La justicia sin compasión no es justicia, sino venganza.”
    Un gusto en saludarla y poder opinar, debatir en plataformas neutras. Digamos no a la cancelación gracias.
    Fuerte abrazo a distancia.

  2. Kinosidio: El poder y el riesgo de nombrar
    Dos miradas sobre un término que divide el lenguaje moral y político de nuestro tiempo.
    A favor: El lenguaje del poder, cuando nombrar se vuelve un acto moral
    “Kinosidio” desafía la hegemonía del discurso progresista y reivindica la palabra como herramienta de justicia frente a la manipulación del dolor.
    -El progresismo ha convertido la empatía en instrumento político, una forma de manipular el sufrimiento mediante símbolos y slogans que sustituyen la verdad por relato. En ese contexto, kinosidio aparece como un acto de resistencia: una manera de devolver al lenguaje su filo moral. Nombrar, dice el texto, no es odiar, sino hacer justicia.
    “El lenguaje de la guerra no es apología de la violencia, sino defensa de la claridad frente al sentimentalismo institucionalizado.” Y La pregunta final —¿le duele más al progresismo que Israel exista o que haya destruido su narrativa? sintetiza el desafío: romper con el monopolio de la compasión y devolverle a la verdad su dignidad.
    En contra: El lenguaje del poder, cuando nombrar también puede herir
    Responder al “kinosidio” es defender la empatía frente a la crudeza del discurso que pretende monopolizar la verdad.
    Nombrar no siempre revela la verdad; a veces la simplifica hasta desfigurarla. El kinosidio, presentado como lenguaje moral y valiente, corre el riesgo de sustituir la empatía por la dureza, y el análisis por el juicio.
    El problema no es nombrar, sino creer que solo una voz tiene derecho a hacerlo.
    El progresismo no vive del dolor ajeno: busca visibilizarlo. La empatía no es manipulación, sino resistencia ante la indiferencia. Los movimientos sociales y los derechos humanos nacieron precisamente de esa sensibilidad. Reducir la compasión a una herramienta ideológica es ignorar su papel histórico como fuerza transformadora.
    El llamado “lenguaje de la guerra” puede parecer honesto, pero su crudeza puede volverse ceguera moral. Nombrar sin matiz puede justificar la brutalidad bajo la apariencia de franqueza.
    “La justicia sin compasión no es justicia, sino venganza.”
    Un gusto en saludarla y poder opinar, debatir en plataformas neutras. Digamos no a la cancelación gracias.
    Fuerte abrazo cósmico a distancia.

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