En las últimas semanas, voces del mundo progresista han insistido en que la comunidad internacional debe reconocer de inmediato a Palestina como Estado. Se presenta como un gesto de justicia, como una reparación histórica. Pero la realidad es otra: hacerlo hoy sería un error monumental que no acercaría la paz, sino que la alejaría aún más.

Las oportunidades rechazadas
Contrario a lo que muchos repiten, Palestina sí ha tenido oportunidades reales de convertirse en Estado. Lo que falta no han sido propuestas, sino voluntad por parte de sus lideres en aceptarlas.
-En 1947, la ONU ofreció un plan de partición : un Estado judío y uno árabe. Israel aceptó ; los líderes árabes lo rechazaron y lanzaron la guerra.
-En 2000, Ehud Barak propuso a Yaser Arafat un Estado palestino con Jerusalén Este como capital. La respuesta fue un no rotundo y la Segunda Intifada.
-En 2008, el entonces primer ministro israelí Ehud Olmert ofreció más del 90% de Cisjordania (Judea y Samaria), compensaciones territoriales y división de Jerusalén. Mahmoud Abbas se levantó de la mesa y nunca volvió.
-En 2014, bajo mediación de EE.UU., la Autoridad Palestina volvió a rechazar cualquier acuerdo que implicara reconocer a Israel como Estado judío.
La conclusión es clara; cada vez que se presentó la oportunidad de crear un Estado palestino, sus líderes la rechazaron.
Palestina no quiere coexistencia
El problema no es solo político, sino ideológico. Hamás, que controla Gaza, no oculta su objetivo, destruir a Israel. La Autoridad Palestina, lejos de ser un actor moderado, glorifica a terroristas, paga salarios a asesinos de israelíes y educa a niños con mapas donde Israel no existe. ¿Es este el comportamiento de un liderazgo que busca construir un Estado democrático y pacífico? La respuesta es evidente, no quieren coexistencia.
El error del progresismo
Aquí entra la ceguera del mundo progresista. Desde la comodidad de universidades, parlamentos y foros internacionales, muchos repiten que reconocer a Palestina es un acto de “humanismo“ y “empatía“. Pero lo que proponen no es humanismo, sino un premio al extremismo.
Reconocer hoy Palestina sería legitimar a quienes han elegido la violencia antes que la paz, a quienes convirtieron Gaza en una base militar y a quienes usan su propia población como escudo humano. Es darle una bandera a un liderazgo que no respeta la vida de su propio pueblo.

Reconocimiento sin condiciones: un camino peligroso
El reconocimiento de un Estado debería ser la culminación de un proceso de paz, no un atajo político. Adelantar ese paso sin que Palestina renuncie al terrorismo ni acepte la existencia de Israel sería:
1. Premiar décadas de rechazo sistemático.
2. Fortalecer a Hamás y a la Autoridad Palestina.
3. Debilitar el derecho de Israel a existir y defenderse.
Israel a lo largo de su historia ha demostrado disposición a negociar y a hacer concesiones dolorosas en nombre de la paz. Palestina, en cambio, ha demostrado lo contrario, rechazo tras rechazo, violencia tras violencia. Reconocerle hoy, aunque es un gesto simbólico, no abona en nada para llegar a una paz duradera, pero da apoyo a un grupo terrorista que busca el genocidio del pueblo israelí, o de cristianos según la región en donde se presente el conflicto de lucha yihadista.
El verdadero humanismo y la auténtica empatía no consiste en regalar un reconocimiento vacío, sino en exigir responsabilidad a los líderes palestinos. Hasta que no abandonen el terrorismo y acepten la existencia de Israel, reconocer a Palestina como Estado sería un acto irresponsable que solo consolidaría el conflicto.
La pregunta es sencilla, ¿queremos un Estado palestino que viva en paz junto a Israel, o un Estado palestino diseñado para borrar a Israel del mapa? Reconocer a Palestina hoy equivale a elegir lo segundo.
