
La ONU ha vuelto a perder la brújula moral. El pasado septiembre del 2025 un informe que acusa a Israel de cometer “genocidio” en Gaza no es un documento de justicia, sino un panfleto ideológico al servicio de Hamás. Lo preocupante no es solo la acusación, sino lo que revela: un sistema internacional donde la verdad se deforma y el humanismo se convierte en rehén de la propaganda.
Humanismo y empatía mal entendidos
Hablar de humanismo implica defender la vida frente al terror, sin relativismos. Practicar la empatía significa reconocer el dolor de todos: de los israelíes que fueron masacrados el 7 de octubre del 2023 y de los palestinos usados como escudos humanos por Hamás. Pero la ONU ha renunciado a esta mirada honesta y prefiere imponer un relato que absuelve al verdugo y criminaliza a la víctima.

El discurso woky y la industria del activismo
Vivimos tiempos en los que el mundo woky dicta titulares y frases vacías. Bajo su lógica, Israel es presentado como villano absoluto porque encaja con el molde de “opresor” que alimenta su narrativa. No importa la complejidad del conflicto, ni los ataques terroristas, ni los rehenes aún en manos de Hamás ; lo que importa es sostener un guion que sirva para exhibir “virtud moral”
En paralelo, ciertos activistas repiten consignia sin reflexión. Se llenan la boca con los derechos humanos, pero callan frente al adoctrinamiento de niños palestinos, frente a los túneles construidos bajo hospitales, frente al uso de la población civil como escudo humano. Eso no es humanismo; es activismo cómodo, de pancarta y red social, que trivializa el sufrimiento real.
Filosofía política del engaño
Desde la perspectiva política lo que está en juego es la capacidad de un Estado de ejercer su derecho a existir. Israel defiende a sus ciudadanos de una organización terrorista que proclama abiertamente su destrucción. Sin embargo, la ONU prefiere alimentar la narrativa de “genocidio” para legitimar a quienes instrumentalizan el dolor palestino como arma política.
La verdadera tragedia filosófica es que el lenguaje del humanismo se ha pervertido; lo que debería ser un compromiso con la dignidad de cada vida se convierte en un recurso retórico para atacar a una democracia y absolver a quienes glorifican la muerte.

La voz incomoda de Estados Unidos
En este panorama, la posición de Estados Unidos fue clara y necesaria. Morgan Ortagus denunció que el informe de la ONU está plagado de mentiras y distorsiones. Washington vetó la resolución del Consejo de Seguridad que pedia un alto al fuego sin condenar a Hamás ni reconocer el derecho de Israel a defenderse. ¿Cómo puede hablarse de paz mientras se silencia el terrorismo?

Rescatar el humanismo verdadero
Lo que está en juego no es solo el futuro de Israel, sino la credibilidad del orden internacional. Si la ONU convierte la mentira en verdad oficial, entonces el mundo ha renunciado a la justicia.
Hoy, apoyar Israel significa defender la civilización frente al fanatismo, rescatar la empatía auténtica del desgarro progresista y recordar que el humanismo verdadero nunca puede alinearse con el terrorismo.
Israel no pide privilegios, pide algo elemental: el derecho a existir y a proteger a sus ciudadanos. Quien niega ese derecho no está defendiendo la paz, está legitimando la barbarie. Y es hora de que más voces lo digan sin miedo.