El periodismo internacional atraviesa una crisis moral. Los grandes medios, aquellos que llegan a millones de hogares y moldean la opinión pública global, ya no informan : construyen relatos. Y el relato más rentable hoy es el de Gaza como víctima perpetua y el de Israel como verdugo o la derecha son fascistas, mientras la gente de izquierdas son inocentes oprimidos.
Justo hace dos semanas en Jerusalem hubo un tiroteo, la información la pueden corroborar, sin embargo el hecho pasó casi desapercibido en las portadas internacionales. Poca información, ninguna ola de indignación. Pero cuando Israel responde, entonces sí: titulares dramáticos, imágenes cuidadosamente seleccionadas y un lenguaje calculado para despertar simpatías inmediatas. En esa narrativa invertida, los agresores se transforman en mártires y la legítima defensa se presenta como agresión. ¿Por qué?
No se trata de periodismo, sino de mercadotecnia. Una mercadotecnia que adquiere buenos resultados, pues las juventudes se ven apasionadas por tomar postura en los diversos movimientos identitarios. En este caso el movimiento pro-palestino en Occidente no es más que una campaña publicitaria global, sostenida por colectivos que jamás han pisado Medio Oriente, pero que encuentran en Palestina un símbolo cómodo para las pancartas, los hashtags y las poses en redes sociales, postureo. Es una indignación de consumo rápido, superficial, construida sobre silencios estratégicos y omisiones deliberadas, pero lo más interesante, con pocas ganas de solucionar de fondo los problemas que demandan.

Israel, el único país de Oriente Medio con perspectiva occidental, enfrenta a diario la hostilidad de vecinos atrasados 100 años como sociedades modernas y que no reconocen el derecho a existir del país sionista. Y si no me lo creen, basta con ver las redes sociales de las personas que viven ahí para corroborar la frecuencia con la que se ven obligados a entrar en los refugios anti bombas, pero no nos desviemos del tema, lo que es necesario considerar en todo este debate, es que cuando Israel defiende a sus ciudadanos no es un acto de agresión, sino de supervivencia. Sus vecinos no le aceptan y eso no debe ser normalizado, sin embargo el publico normaliza esta agresión, ¿mercadotecnia? puede ser… esta verdad incómoda no vende. Lo que sí vende es la imagen de niños llorando en Gaza, el discurso de “resistencia” disfrazando al terrorismo, la épica de una causa fabricada para las audiencias globales, la formula mágica de buenos vs malos.

La inmoralidad no está en Israel por proteger a su pueblo, cualquier Estado haría lo mismo utilizando los recursos y las instituciones disponibles. La inmoralidad está en los medios que eligen maquillar al fanatismo y al terrorismo como si fueran luchas de liberación, sacrificando la verdad en aras de la rentabilidad. Esa manipulación no solo traiciona al periodismo, erosiona la capacidad de la sociedad para distinguir entre víctima y verdugo y esta distorsión es lo que provoca situaciones como el pasado asesinato de Charlie Kirk (10 de septiembre 2025) a manos de un joven a quien le vendieron la moto, suplantando la realidad con un escenario imaginativo en el que le hicieron creer que un divulgador conservador es un enemigo, ¿Tyler Robinson fue víctima de una mercadotecnia manipuladora?
El periodismo debería ser el primer muro de contención frente a la propaganda, el espacio donde la verdad se abre paso entre el ruido y la manipulación. Hoy, lamentablemente, demasiados medios han abandonado esa misión para convertirse en amplificadores de relatos prefabricados. Al hacerlo, no solo traicionan su esencia, la defensa de la agresión, la verdad de la mentira, también fomentan un mal ambiente estudiantil o ciudadano capaz de llegar a consecuencias mortales. Cuando los activismos se convierten en la voz de propaganda mal intensionada, no es solo la prensa la que fracasa: es la conciencia del mundo entero la que se oscurece.
Los activismos progresistas, auspiciados por los medios de comunicación dominantes, se estan conviertiendo en los dueños del relato, un relato que como espectadores nos pertenece a todos, pero aquí otro ejemplo, la portada del New York Times con la imagen de una madre en Gaza sosteniendo a su hijo reducido a piel y huesos parecía, en primera instancia, una prueba irrefutable de la supuesta “hambruna provocada por Israel”. El impacto fue inmediato: la fotografía recorrió el mundo como un icono del sufrimiento palestino y como un veredicto visual contra el Estado judío. Pero sobre este dato lo comentaremos detalladamente en el siguiente articulo.
Para terminar cabe cuestionarse las formas en como los medios de comunicación estan tratando los asuntos nacionales e internacioanles y el peso que tiene esto en el malestar de una sociedad, el periodismo oficialista deja una estela nublada sobre la realidad lo cual hace suponer si ¿existe un daño psicológico tras leer o ver portadas de los periódicos más consumidos? ¿Tyler Robinson y los activismos estudiantiles pueden ser una víctima de lo anterior?
Estimados reflexivos, no dejen de cuestionar las situaciones, las narrativas y las portadas…nos leemos pronto!