Israel ha introducido un término punzante y revelador: kinosidio, una palabra forjada para expresar una crudeza histórica negada por buena parte del progresismo contemporáneo.
¿De dónde surge el término ?
El concepto de kinosidio fue acuñado por un grupo de expertos en derecho internacional del Civilian Commission on Hamas Crimes Committed on October 7 Against Women and Children, en colaboración con el ex ministro canadiense de justicia e investigador Irwin Cotler, y con el apoyo del Raoul Wallenberg Center for Human Rights.
En un informe de 79 páginas, los especialistas explican que el término describe un crimen contra la humanidad caracterizado por la destrucción sistemática del núcleo familiar como instrumento de terror. A diferencia del genocidio – que se dirige contra grupos nacionales, étnicos o religiosos- el kinosidio apunta directamente al tejido más íntimo de la sociedad: las familias.
El profesor Yuval Shany lo resumió con dureza: “Como el genocidio, que dirige contra un grupo, el kinosidio representa un ataque contra ese grupo, utilizando las relaciones familiares y los vínculos emocionales, simbólicos e identitarios como forma de maximizar el daño.

¿Qué significa este término?
La palabra kinosidio combina kin (familia, vínculo) con –cidio (de asesinato o destrucción). Su innovación radica en dar nombre a una violencia que va más allá de los cuerpos: destruye la identidad emocional de un pueblo al golpear a su unidad más sagrada, la familia. Es una tipificación semántica que exige visibilizar un crimen con intención y brutalidad inéditos.

La incomodidad del progresismo
Lo que molesta al progresismo moderno es que kinosidio rompe su narrativa simplista: ya no es solo “resistencia contra ocupación” o “víctimas marginadas”. Es una etiqueta que obliga a reconocer que el odio antijudío se actualiza en cada ataque dirigido al corazón de sus familias. Es aceptar que detrás de los estandartes de “liberación” hay también horror puro, y que ese horror no puede maquillarse con progresismo ni retórica identitaria.
Mientras buena parte de la izquierda global celebra el anti-Israel como causa moral, Israel responde con un concepto legal, preciso y doloroso: kinosidio. Ese golpe semántico cambia las reglas del juego.
El poder del lenguaje
Quien controla el lenguaje controla la narrativa. Progresistas expertos en branding cultural han impuesto conceptos como “resistencia” y “liberación”, incluso cuando describen actos terroristas. Kinosidio devuelve la palabra al centro del debate: no hay justificación ética. Ni retórica que enmascare el asesinato sistemático de familias.

Israel y la lucha por la verdad
Este término no es un recurso propagandístico improvisado sino una herramienta jurídica y moral. Reconocer kinosidio implica denunciar la instrumentalización del dolor, la explotación del sufrimiento y esa perversión de la empatía que el progresismo ha institucionalizado, viviendo de símbolos, slogans y victimismos fáciles. Pero el lenguaje de la guerra es más cruel y exacto: define, distingue, nombra. Pone a los sicarios cara a cada con sus crímenes, obliga a mirarlos sin filtros. La verdadera pregunta es incómoda ¿le duele más al progresismo que Israel exista y se defienda, o que haya descubierto un nombre que destruye su narrativa?