La Iglesia Católica se encuentra en un momento decisivo tras el fallecimiento del Papa Francisco el 21 de abril de 2025, con el cónclave para elegir a su sucesor configurado como uno de los más polarizados de la historia reciente. Según un análisis exhaustivo, el Colegio Cardenalicio, compuesto por 135 electores, se divide en tres grandes bloques ideológicos: 69 progresistas, 36 conservadores y 28 no alineados. Esta radiografía revela las profundas tensiones entre quienes desean continuar el legado reformista de Francisco y aquellos que abogan por un retorno a la ortodoxia tradicional, en un contexto donde la elección del próximo Papa podría redefinir el rumbo de la Iglesia frente a desafíos globales como la secularización, la inclusión de minorías y el papel de las mujeres.
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Los diferentes grupos dentro de los cardenales
El grupo mayoritario, compuesto por progresistas y moderados, está alineado con la visión de Francisco, quien nombró a 110 de los 138 cardenales electores durante su pontificado. Entre ellos destacan figuras como Pietro Parolin, actual secretario de Estado y considerado el favorito, con una trayectoria que combina reformismo con un enfoque institucional. Parolin, de 70 años, es visto como un candidato de continuidad que apoya medidas como la comunión para divorciados vueltos a casar, pero sin romper con las estructuras tradicionales. Otros nombres relevantes incluyen al arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, de 69 años, quien pertenece al ala progresista y comparte la preocupación de Francisco por los pobres y marginados, y al cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de 67 años, quien podría convertirse en el primer Papa asiático, una región donde el catolicismo crece rápidamente, con un aumento del 1,6% anual en fieles según datos del Anuario Pontificio de 2024.
Por otro lado, los conservadores, aunque minoritarios con 36 votos, buscan revertir las reformas de Francisco, abogando por una Iglesia más ortodoxa en línea con los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Este bloque defiende la tradición en temas como el celibato sacerdotal, el matrimonio y la moral católica, resistiendo cambios como la ordenación de mujeres o las bendiciones a personas del mismo sexo. Entre los candidatos conservadores destaca Péter Erdő, arzobispo de Budapest, de 72 años, quien en 2015 se alineó con las políticas antimigratorias del primer ministro húngaro Viktor Orbán, mostrando una postura más tradicionalista. Sin embargo, la falta de un líder claro dentro de este grupo podría diluir su influencia en el cónclave.
Los 28 cardenales no alineados, que no encajan plenamente en ninguno de los dos bloques, serán clave para alcanzar los 90 votos necesarios para elegir al nuevo Papa (dos tercios de los 135 electores). Este grupo incluye figuras como el cardenal de Luxemburgo, Jean-Claude Hollerich, de 66 años, quien apoya reformas progresistas como la ordenación de mujeres y la relajación del celibato, posicionándolo como una opción de consenso para algunos. Según Newsweek, Hollerich tiene probabilidades de 4/1 a 6/1 para convertirse en Papa, lo que lo convierte en un contendiente serio. La diversidad de este bloque refleja las tensiones regionales, con cardenales europeos tendiendo hacia posiciones más liberales, mientras que los de África y Asia suelen ser más conservadores, según un análisis de Ulrich L. Lehner, profesor de teología en la Universidad de Notre Dame.
El cónclave, que se celebra en la Capilla Sixtina bajo estrictas medidas de seguridad, estará marcado por las reformas introducidas por Francisco y sus predecesores. La constitución apostólica Universi Dominici Gregis de 1996, modificada por Benedicto XVI, rige el proceso, que prohíbe a los cardenales comunicarse con el exterior, salvo en circunstancias excepcionales aprobadas por el colegio. Durante el cónclave de 2013, que eligió a Francisco, se emplearon medidas como barridos electrónicos para evitar filtraciones, una práctica que se ha mantenido. Una vez elegido, el nuevo Papa será preguntado en latín por el cardenal decano: Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?, marcando el inicio de su pontificado.
El contexto global añade presión a la elección. La Iglesia enfrenta una crisis de vocaciones en Europa, donde las ordenaciones sacerdotales cayeron un 15% entre 2015 y 2023, según el Centro de Investigación Pew, mientras que en África y Asia las vocaciones crecen un 3% anual. Temas como el cambio climático, la migración y los derechos LGBTQ+ también dividen a los cardenales. Por ejemplo, el Sínodo de 2023, impulsado por Francisco, abrió debates sobre el diaconado femenino, una propuesta que los progresistas apoyan, pero que los conservadores rechazan de plano.
Comparado con cónclaves anteriores, el de 2025 es el más numeroso de la historia, superando los 120 electores del cónclave de 2005 que eligió a Benedicto XVI. La elección de Francisco en 2013, cuando Jorge Mario Bergoglio emergió como un candidato inesperado, demuestra la imprevisibilidad de estos procesos, donde las negociaciones internas y los cambios de opinión entre votaciones son comunes. Fuentes vaticanas indican que la división ideológica podría prolongar el cónclave más allá de los tres días habituales, especialmente si los no alineados no logran un consenso rápido.
La elección del próximo Papa no solo determinará el rumbo de la Iglesia Católica, sino que también enviará un mensaje al mundo sobre su capacidad para adaptarse a los desafíos del siglo XXI. Con un bloque progresista dominante, pero sin una mayoría clara, el cónclave promete ser un reflejo de las tensiones que atraviesan a la Iglesia global, desde la inclusión hasta la tradición.
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