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miércoles, octubre 15, 2025
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Alas retenidas: cuando el progresismo limita la cultura suiza

Hay algo casi poético en ver a la reconocida Patrouille Suisse, símbolo histórico de orgullo nacional, surcar el cielo suizo con maniobras precisas y destreza admirable. Por seis décadas, su exhibición ha sido expectación en festivales, aeródromos y celebraciones populares. Pero hoy, estas alas están disueltas. ¿La razón ? Un progresismo desatado que, con buenas intenciones, ha terminado asfixiando la espontaneidad cultural.

Desde 2025, el ministerio de Defensa ha decidido reducir drásticamente las presentaciones públicas de escuadrones aéreos como la Patrulla Suiza, la Swiss Hornet y los paracaidistas “Para Wings”, redirigiendo recursos hacia entrenamientos y modernización militar. Este recorte es un ajuste sensato desde el punto de vista presupuestario, pero también una amputación simbólica de una parte de la identidad suiza. No se trata de negar la necesidad de cuidar cada franco; se trata de recordar que la cultura no es un lujo prescindible, sino una inversión en cohesión social. Los jóvenes que sueñan con volar, los viejos que rememoran tardes de espectáculo aéreo, todos perdemos cuando lo que eleva el orgullo nacional, se guarda en hangares por decreto progresista.

Aviones volando sobre montañas nevadas en formación

¿Desde cuándo el arte debe obedecer la austeridad?

El progresismo suele presentarse como aliado de la cultura: promueve inclusión, diversidad y espacios públicos. Sin embargo, en Suiza vemos otro escenario: la reducción de actividades militares en festivales, no solo por presupuesto, sino también por una corriente estética que rechaza todo lo que huele a “militarismo”, sí, esa institución de Estado que defiende un país y su territorio, y que también, les guste o no, hacen arte, pero este talento, destreza en lugar de acercar, se convierte en zona anti aviadores, pro pancartas y discursos ideológicos que alejan a cualquier ciudadano de la unidad nacional.  

Tal vez olvidamos que el arte militar -cuando no embiste sino celebra técnica y riesgo- también es cultural. Es proeza, exactitud, puntualidad, técnica. Los shows de acrobacias aéreas son nostalgia, recuerdo y símbolo nacional, una identidad estrechamente ligada al producto militar suizo, que más allá de la guerra tiene que ver con supervivencia, destreza en el campo, conocer el camino y saber utilizar las herramientas necesarias. ¿Qué mensaje se envía a las nuevas generaciones, cuando se oculta una maestría nacional, la Patrulla Suiza?

Humanismo frente a purismo ideológico

No es cuestión de estar contra el progreso, al contrario defender que la cultura debe ser rica y plural significa empatía y tolerancia y estas dos están ligadas estrictamente a las acciones humanas, podemos ir de lo clásico a lo moderno, desde lo civil hasta lo simbólico-militar. El verdadero desafío cultural no es silenciar, sino integrar. Rechazar toda representación castrense equivale a simplificar la historia suiza y su forma de ser.

La modernidad o llamemos hoy el progresismo, apuesta por la “pureza de causas” en lugar de la amplitud de diálogo. Y así se construyen monocultivos culturales que en lugar de provocar el avance, generan escepticismo. Es curioso que Suiza enfrente este tipo de limitantes, que de alguna forma son agresivas a la propia cultura contemporánea ya que el país en si es un mosaico multilingüe, cultural y mucha diversidad 4 suizas unidas la alemana, italiana, francesa y retorrománica. Sacrificar lo anterior en aras de un discurso “políticamente correcto”   es en pocas palabras: un error.

La cultura no se recorta sin consecuencias

La Patrulla Suiza no es solo espectáculo; es memoria colectiva elevada a 300km/h, un puente antre el aprendiz y el mito. Reducir su presencia por moda ideológica es empobrecer la imaginación pública.

Se puede y se debe modernizar el Ejército y hacer que el presupuesto, en esta caso el suizo,  tenga sentido. Pero también hay que defender el arte que vuela alto, incluso si tiene turbinas y casco. Porque en una sociedad equilibrada, lo que nos conecta no debería ser prohibido -sino apreciado- . Y lo que nos une no es lo que eliminamos, sino lo que elegimos conservar. Mencionar este caso es interesante, porque se que en otras latitudes suceden cosas similares, la cancelación nunca tendrá un efecto positivo en mediano o largo plazo y si genera descontento y animadversión para quienes la proponen. La represión de las fiestas culturales, exposiciones artísticas, Etc. como paso a la justicia del momento, solo posterga un malestar, sabemos de fondo que debemos dar renovación, pero eliminarlo del todo es netamente agresión. De nada sirve el coraje que derraman los activistas, si no están conscientes de la diversidad de opinión y pensamiento, pero sobre todo de la empatía hacia estas expresiones de festejo.

Si la comunidad LGTB tiene pleno derecho y marchar y celebrar su identidad, del mismo modo los nacionalistas tienen derecho a presenciar y valorar un evento militar. La libertad no puede ser selectiva, o es para todos, o deja de ser LIBERTAD.

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