El 18 de junio de 2025, Donald Trump, presidente de Estados Unidos, firmó una orden ejecutiva que aplaza hasta el 17 de septiembre la venta de las operaciones de TikTok en América del Norte, propiedad de la empresa china ByteDance. Esta es la tercera prórroga desde que asumió el cargo, extendiendo un proceso que comenzó con la Ley de Protección de los Estadounidenses frente a Aplicaciones Controladas por Adversarios Extranjeros, aprobada en abril de 2024. La medida, que busca forzar la desinversión de TikTok por preocupaciones de seguridad nacional, ha generado un intenso debate sobre privacidad, libertad de expresión y tensiones comerciales con China. Con 170 millones de usuarios en EE.UU., TikTok sigue operativa mientras Trump negocia un acuerdo, pero su indecisión prolongada, junto con rumores de posibles compradores como Elon Musk, plantea dudas sobre si esta estrategia protege intereses estadounidenses o simplemente pospone un problema inevitable. La sociedad observa con escepticismo un proceso marcado por contradicciones y opacidad.
Un Aplazamiento que Alimenta la Incertidumbre
La orden ejecutiva firmada por Trump retrasa por 90 días la aplicación de la prohibición de TikTok, establecida inicialmente para el 19 de enero de 2025, tras la negativa de ByteDance a vender sus operaciones. La primera prórroga, el 20 de enero, coincidió con la toma de posesión de Trump, extendiendo el plazo 75 días. Una segunda extensión, el 4 de abril, llevó la fecha límite al 19 de junio, y ahora, esta tercera prórroga fija el 17 de septiembre como nuevo horizonte. El objetivo, según la Casa Blanca, es facilitar un acuerdo que transfiera TikTok a manos estadounidenses, evitando una prohibición que afectaría a millones de usuarios y creadores de contenido.
El argumento central para la venta es la seguridad nacional. Los legisladores estadounidenses temen que ByteDance, vinculada al gobierno chino, pueda recopilar datos de usuarios o manipular el algoritmo de TikTok para influir en la opinión pública. Sin embargo, no se han presentado pruebas públicas de estas acusaciones, lo que ha llevado a críticas sobre la legitimidad de la ley. TikTok, con 1,5 millones de empresas y creadores que generan ingresos en la plataforma, argumenta que la prohibición viola la libertad de expresión y causaría pérdidas económicas de más de 1.000 millones de dólares. La Corte Suprema, en una decisión de enero de 2025, ratificó la constitucionalidad de la ley, pero las prórrogas de Trump sugieren que busca una solución negociada en lugar de un veto inmediato.
La incertidumbre ha llevado a los usuarios a explorar alternativas como Xiaohongshu, una aplicación china similar a Instagram, que registró un aumento masivo de descargas en EE.UU. en enero de 2025. Mientras tanto, Trump ha propuesto ideas como un fondo soberano estadounidense para adquirir TikTok o una empresa conjunta que garantice el control local, pero sin detalles concretos. La sociedad estadounidense, dividida entre quienes ven la prohibición como una medida de seguridad y quienes la consideran censura, espera claridad en un proceso que parece estancado.
🇺🇸 | AHORA: El presidente electo de Estados Unidos, Donald J. Trump, ha publicado una publicación en Truth Social en la que afirma que emitirá una orden ejecutiva el lunes, retrasando la prohibición de TikTok que entró en vigor anoche a medianoche. En la publicación, afirma que… pic.twitter.com/Qg7cpuPHqa
— Alerta News 24 (@AlertaNews24) January 19, 2025
Negociaciones Complejas y Rumores de Compradores
Las negociaciones para vender TikTok son un rompecabezas geopolítico. ByteDance, valorada en 300.000 millones de dólares, se resiste a ceder su algoritmo, la clave de la popularidad de TikTok, que personaliza videos según los intereses de los usuarios. Empresas como Oracle, que ya almacena datos de TikTok en servidores estadounidenses, Perplexity AI, y el inversor Kevin O’Leary han mostrado interés en adquirir la plataforma, estimada en 40.000 a 50.000 millones de euros. Rumores han señalado a Elon Musk como posible comprador, aunque ByteDance ha desmentido estas especulaciones como “pura ficción”. La relación entre Trump y Musk, reforzada por el apoyo financiero de este último a la campaña del presidente, añade un matiz político al proceso.
China, por su parte, ha suavizado su postura inicial, que calificaba la venta forzada como un “robo”. En un contexto de guerra arancelaria, con gravámenes del 54% impuestos por Trump a productos chinos, el gobierno chino ve un acuerdo sobre TikTok como una vía para reducir tensiones comerciales. Sin embargo, cualquier venta debe ser aprobada por Pekín, lo que complica las negociaciones. Trump, que en 2020 intentó prohibir TikTok sin éxito, cambió su postura tras reunirse con Jeff Yass, un accionista clave de ByteDance, lo que sugiere que intereses financieros podrían influir en su estrategia.
El papel de los gigantes tecnológicos, como Apple y Google, que mantienen TikTok en sus tiendas de aplicaciones tras garantías de no ser sancionados, refleja la complejidad del caso. La sociedad estadounidense, especialmente los 170 millones de usuarios de TikTok, sigue atenta a un proceso que afecta no solo su entretenimiento, sino también a creadores y negocios que dependen de la plataforma. La falta de avances concretos, con tres prórrogas en seis meses, genera frustración y plantea si Trump busca una solución real o simplemente ganar tiempo para capitalizar políticamente su “rescate” de TikTok.
Un Debate sobre Seguridad, Libertad y Poder
El caso de TikTok pone en el centro un dilema global: cómo equilibrar la seguridad nacional con la libertad de expresión en la era digital. La ley de 2024, aprobada con apoyo bipartidista, refleja temores sobre la influencia extranjera, pero la ausencia de pruebas públicas contra ByteDance ha llevado a acusaciones de xenofobia y censura. La plataforma, que representa el 50,7% de la población estadounidense, es un fenómeno cultural y económico, con creadores como MrBeast considerando adquirirla para proteger su ecosistema. Sin embargo, la insistencia de Trump en controlar el algoritmo o las operaciones de TikTok plantea preguntas sobre hasta qué punto el Gobierno debería intervenir en plataformas privadas.
La comparación con otros países es inevitable. En India, TikTok fue prohibido en 2020 por motivos similares, mientras que en la Unión Europea, la plataforma opera bajo estrictas regulaciones de datos, pero sin vetos. La decisión de Trump de aplazar la prohibición, en lugar de enfrentarse a una batalla legal o comercial con China, sugiere un enfoque pragmático, pero también revela contradicciones. En 2020, calificó a TikTok como una amenaza; en 2025, se presenta como su salvador. Esta volatilidad, combinada con la falta de un plan claro, erosiona la confianza en un proceso que debería priorizar la transparencia.
La sociedad estadounidense, desde usuarios hasta legisladores, exige una resolución que no sacrifique ni la seguridad ni las libertades. Mientras las negociaciones se prolongan, el riesgo de una prohibición total sigue latente, lo que podría fragmentar el ecosistema digital global. España, con 16 millones de usuarios de TikTok, observa el caso como un precedente para futuras regulaciones de plataformas extranjeras. La solución, ya sea una venta o una nueva prórroga, debe abordar las preocupaciones de datos sin coartar la libertad de expresión, un equilibrio que Trump aún no ha logrado.
¿Hacia Dónde Va TikTok?
El futuro de TikTok en EE.UU. sigue en el aire. Las tres prórrogas de Trump, que suman 240 días desde enero de 2025, reflejan una estrategia que mezcla política, economía y diplomacia. La Casa Blanca insiste en que busca un acuerdo que garantice el control estadounidense, pero la resistencia de ByteDance y la necesidad de aprobación china complican el panorama. La posibilidad de un fondo soberano o una empresa conjunta, como sugirió Trump, es ambiciosa, pero carece de detalles prácticos. Mientras tanto, los usuarios, que han migrado temporalmente a plataformas como Xiaohongshu, esperan una solución que preserve su acceso a TikTok sin comprometer su privacidad.
España y la Unión Europea, con regulaciones estrictas como el GDPR, podrían aprender del caso estadounidense. La transición hacia un internet más regulado, pero no censor, requiere cooperación internacional y transparencia. Trump, con su historial de decisiones impredecibles, tiene hasta el 17 de septiembre para demostrar si su estrategia es un plan bien calculado o una mera patada hacia adelante. La sociedad global, que usa TikTok como herramienta de expresión y negocio, merece una resolución que no sacrifique la innovación por intereses políticos.
Trump salva TikTok por ahora, pero ¿a qué precio para la libertad digital? 🌐