El 22 de mayo de 2025, la Administración de Donald Trump prohibió a la Universidad de Harvard aceptar nuevos estudiantes internacionales, acusándola de tolerar el antisemitismo y colaborar con el Partido Comunista Chino. La medida, que afecta a 6.793 alumnos extranjeros (27,2% del total), revoca el programa de intercambio de la universidad, poniendo en riesgo los visados de estudiantes actuales. Aunque una orden judicial frenó temporalmente la decisión, el conflicto escaló con recortes de 100 millones de dólares en fondos federales. Esta batalla, que enfrenta al Gobierno con una de las instituciones académicas más prestigiosas, desata un debate sobre la libertad académica, la seguridad nacional y el futuro de la educación superior en un Estados Unidos profundamente dividido.
Un Golpe Inédito a Harvard
La prohibición, anunciada por la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, impide a Harvard matricular nuevos estudiantes internacionales y amenaza los visados F-1 y J-1 de los actuales, obligándolos a transferirse a otras universidades para evitar la deportación. La decisión se basa en acusaciones de que Harvard fomenta un “entorno hostil” para estudiantes judíos, derivadas de protestas propalestinas en 2024 contra la guerra en Gaza, consideradas antisemitas por el Gobierno. Además, se alega que la universidad permitió entrenamientos de un grupo paramilitar chino en su campus, aunque no se han presentado pruebas públicas que sustenten esta afirmación.
Con 24.943 estudiantes, Harvard depende económicamente de los 6.793 alumnos internacionales, principalmente de China, Canadá, India, Corea del Sur y Reino Unido, quienes pagan hasta 87.000 dólares anuales, incluyendo matrícula y alojamiento. La universidad calificó la medida de ilegal y presentó demandas para anularla, obteniendo una orden de restricción temporal el 23 de mayo, extendida el 29 de mayo tras recibir 30 días para responder a las exigencias del Departamento de Seguridad Nacional (DHS). Este organismo pidió registros disciplinarios y pruebas de actividades “ilegales” de estudiantes extranjeros en un plazo de 72 horas, una solicitud considerada invasiva.
La Casa Blanca también congeló 2.600 millones de dólares en fondos federales y canceló contratos por 100 millones, intensificando la presión. Trump, en su plataforma Truth Social, afirmó que Harvard no merece financiación pública si no aborda el antisemitismo y la “injerencia china”, proponiendo redirigir 3.000 millones a otras escuelas. Sin embargo, su afirmación de que el 31% del alumnado es extranjero es incorrecta, según datos universitarios que confirman el 27,2%.
Estudiantes de #Harvard protestan contra una medida de #Trump que llevaría a condicionar la admisión, y el otorgamiento de visas (para extranjeros), a una revisión de lo que publican en redes sociales. Y la libertad de expresión? Muy bien gracias, la mandaron al tacho de basura! pic.twitter.com/a0lZNd2y84
— Francisco Guerra (@pancho_guerrac) May 28, 2025
Una Guerra Cultural y Política
El enfrentamiento con Harvard comenzó en 2024, cuando el DHS investigó a la universidad por supuestas violaciones a la seguridad durante las protestas propalestinas, exigiendo datos de estudiantes extranjeros. Harvard se resistió a proporcionar información más allá de lo legalmente requerido, lo que desencadenó sanciones financieras. La Administración acusa a la universidad de “wokismo” y de incumplir la sentencia del Supremo de 2023 que prohibió preferencias raciales en admisiones, una crítica que Trump ha usado para justificar recortes de fondos. La secretaria de Educación, Linda McMahon, argumentó que Harvard comete “violaciones éticas”, mientras el rector Alan Garber defiende la autonomía académica, advirtiendo que las sanciones dañan la investigación nacional.
El wokismo se infiltra en las universidades más plurales del mundo. Y eso no es bueno para ciertas minorías
La presión gubernamental ha llevado a cambios simbólicos en Harvard, como el renombramiento de su Oficina de Equidad, Diversidad, Inclusión y Pertenencia a “Comunidad y Vida en el Campus” el 28 de abril de 2025, percibido como una concesión. La universidad enfrenta un dilema: ceder a las demandas de Trump, comprometiendo su independencia, o resistir, arriesgando más sanciones económicas. La ofensiva se enmarca en una agenda conservadora que incluye el “Proyecto Manhattan 2” para impulsar la energía nuclear y la reapertura de investigaciones como la del caso de cocaína en la Casa Blanca, reflejo de un Gobierno que busca imponer su visión.
La medida no es aislada. En 2020, Trump intentó revocar visados a estudiantes extranjeros por clases online, una decisión bloqueada por tribunales. Ahora, la reducción general de visas estudiantiles por el DHS genera incertidumbre en universidades de todo el país, con Harvard como símbolo de resistencia. La falta de pruebas sobre las acusaciones de antisemitismo y nexos chinos sugiere un trasfondo político, alimentado por la retórica de Trump contra las élites académicas.
Reacciones y Desafíos Futuros
La prohibición ha polarizado a la sociedad estadounidense. Los estudiantes internacionales, que aportan 40.000 millones de dólares anuales a la economía, enfrentan un futuro incierto, con miles considerando transferencias a otras universidades. La comunidad académica teme que instituciones como Yale o MIT enfrenten medidas similares si desafían al Gobierno, mientras asociaciones universitarias condenan la decisión como un ataque a la educación superior. Por otro lado, sectores conservadores celebran la medida, acusando a Harvard de ser un bastión de ideologías progresistas.
El impacto económico para Harvard es significativo. Con una dotación de 50.700 millones de dólares, la universidad puede resistir temporalmente, pero la pérdida de ingresos por matrículas internacionales y fondos federales amenaza su capacidad de investigación. Comparado con casos internacionales, el enfoque de Trump es extremo: en Alemania, un jubilado fue encarcelado por un tuit, mostrando una justicia estricta, mientras en España, la jubilación anticipada para profesiones peligrosas refleja otras prioridades. En EE. UU., la ofensiva contra Harvard refuerza la percepción de un Gobierno que usa su autoridad para castigar a sus críticos.
Harvard continuará su batalla legal, con los tribunales como árbitros clave. La sociedad espera un equilibrio entre seguridad nacional y libertad académica, pero la polarización dificulta consensos. La resolución del caso determinará no solo el futuro de Harvard, sino el papel de las universidades en un país donde la educación superior se ha convertido en un campo de batalla ideológica. Sin un cambio de rumbo, el veto a estudiantes extranjeros podría marcar el inicio de una era de control estatal sobre el conocimiento.
Trump reprime a Harvard, pero el futuro del saber está en juego 🎓