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sábado, agosto 2, 2025
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Proyecto Manhattan 2: El Plan de Trump para el Renacer Nuclear en EE. UU.

Donald Trump, presidente de Estados Unidos, ha presentado el «Proyecto Manhattan 2», una iniciativa ambiciosa para revitalizar la industria nuclear del país y consolidarlo como líder mundial en energía atómica. Anunciado el 23 de mayo de 2025, el plan responde a la creciente demanda energética impulsada por la inteligencia artificial (IA) y busca reducir la dependencia de rivales geopolíticos como China y Rusia. Con órdenes ejecutivas que agilizan licencias, promueven la minería de uranio y reforman la Comisión Reguladora Nuclear (NRC), Trump apuesta por un renacer nuclear que promete seguridad energética, crecimiento económico y soberanía industrial. Sin embargo, la desregulación, los riesgos ambientales y la polarización política generan críticas, planteando dudas sobre la viabilidad de un proyecto que evoca el espíritu del Manhattan original, pero enfrenta los retos del siglo XXI.

Un Impulso Audaz a la Energía Nuclear

Estados Unidos opera 94 reactores nucleares que generan 97 gigavatios, cubriendo el 18,6% de la demanda energética nacional, una proporción comparable a la de España. Sin embargo, la construcción de nuevas plantas ha sido lenta y costosa. Los reactores de Vogtle en Georgia, por ejemplo, se retrasaron siete años y superaron el presupuesto en 18.000 millones de dólares, alcanzando un costo total de 35.000 millones. Para abordar estos obstáculos, las órdenes ejecutivas de Trump aceleran las revisiones ambientales, adoptan límites de radiación basados en “criterios científicos” y restringen cambios de diseño durante la construcción. La NRC, responsable de la regulación nuclear, debe resolver solicitudes de licencias en 18 meses, frente a los procesos de una década del pasado, facilitando la construcción de reactores modulares pequeños (SMR), más económicos y versátiles.

El proyecto también fortalece la cadena de suministro nuclear. Trump planea usar la Ley de Producción de Defensa para impulsar la minería y el enriquecimiento de uranio en EE. UU., reduciendo la dependencia de Rusia, que suministra el 35% del combustible nuclear del país, incluyendo casi todo el uranio de alta concentración (Haleu). El Departamento de Energía (DOE) ampliará los laboratorios nacionales para desarrollar tecnologías avanzadas, mientras empresas privadas como Constellation Energy se alinean con el plan. Microsoft, por ejemplo, ha firmado un contrato de 20 años para comprar energía de la planta de Three Mile Island, que reabrirá en 2028, subrayando la demanda de las tecnológicas para alimentar centros de datos de IA.

Chris Wright, secretario de Energía y CEO de Liberty Energy, compara la iniciativa con el Proyecto Manhattan original, que desarrolló la bomba atómica en la Segunda Guerra Mundial. “Es crucial que EE. UU. gane esta carrera, como en el Proyecto Manhattan 1”, afirmó, destacando la competencia con China, que planea construir 150 reactores para 2035. La urgencia responde al aumento proyectado del consumo energético de los centros de datos, que triplicarán su demanda global para 2030, impulsada por la IA. La energía nuclear, con su capacidad estable y baja en carbono, es vista como la solución ideal para este desafío.

Riesgos y Críticas al Proyecto

A pesar de su visión audaz, el Proyecto Manhattan 2 enfrenta serios desafíos. Los críticos advierten que la desregulación, especialmente la relajación de normas ambientales y de seguridad, podría aumentar los riesgos. El accidente de Three Mile Island en 1979, aunque menos grave que Chernóbil, sigue siendo una advertencia, y el 47% de los estadounidenses se opone a nuevas plantas nucleares, según una encuesta de Pew Research de 2024. Grupos ambientalistas alertan que licencias más rápidas y modelos de radiación “defectuosos” podrían comprometer la seguridad, mientras los altos costos—como los 35.000 millones de Vogtle—cuestionan la viabilidad económica sin subsidios masivos.

La reestructuración de la NRC, que incluye recortes de personal bajo el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), preocupa a expertos que temen una pérdida de independencia regulatoria. Desde 1974, la NRC ha priorizado la seguridad, pero su transformación podría politizar decisiones técnicas. Además, la apuesta por la minería de uranio enfrenta retos logísticos. General Matter, una startup respaldada por el Founders Fund de Peter Thiel, busca producir Haleu, pero su tecnología es incipiente frente a competidores establecidos como Urenco y Centrus Energy. Estos obstáculos podrían retrasar los objetivos del proyecto.

El contexto político añade complejidad. El Proyecto Manhattan 2 se alinea con elementos del controvertido Project 2025, que propone recortar fondos para energías renovables y priorizar combustibles fósiles y nucleares. Aunque Trump se distanció de Project 2025, su impulso nuclear comparte su énfasis en el “dominio energético”. Los demócratas, incluida Kamala Harris en la campaña de 2024, critican estas políticas por socavar los objetivos climáticos, defendiendo que la solar y eólica son más baratas y seguras. Este enfrentamiento refleja una división profunda sobre el futuro energético de EE. UU., en un país donde la polarización dificulta consensos.

Implicaciones Globales y Reacciones en EE. UU.

El proyecto tiene un alcance global. Al reducir la dependencia del uranio ruso, Trump busca debilitar la influencia de Moscú, especialmente con la expiración de exenciones de sanciones en 2028. También contrarresta las ambiciones nucleares de China, que exporta reactores a países en desarrollo. Si tiene éxito, EE. UU. podría liderar el mercado nuclear global, actualmente dominado por Rosatom de Rusia y CNNC de China. Empresas como NuScale, cuyos SMR han multiplicado su valor por ocho en 2025, y Constellation Energy, con un alza del 118%, reflejan el entusiasmo inversor, con el ETF de Uranio y Nuclear de VanEck subiendo un 35% este año.

En EE. UU., las reacciones son mixtas. Gigantes tecnológicos como Microsoft y Google apoyan la nuclear para satisfacer el consumo de centros de datos, que pasó del 8% al 20% proyectado del total eléctrico entre 2024 y 2030. Sin embargo, comunidades rurales cerca de sitios propuestos, como Wyoming e Idaho, temen riesgos ambientales y de seguridad. El éxito del plan depende de equilibrar estas tensiones, atraer inversión privada y superar desafíos legales a la desregulación. La Heritage Foundation respalda la iniciativa como un paso hacia la “soberanía energética”, pero organizaciones como el Future of Life Institute advierten de consecuencias imprevistas, evocando el legado del Proyecto Manhattan original.

El Proyecto Manhattan 2 es una apuesta arriesgada para transformar el panorama energético de EE. UU. Promete 10.000 empleos en minería y construcción de reactores para 2030, innovación y autonomía estratégica. Sin embargo, la desregulación, las tecnologías no probadas y la polarización política plantean obstáculos significativos. Mientras Trump impulsa un renacer nuclear, el mundo observa si EE. UU. puede liderar sin repetir los errores de una carrera atómica que dejó cicatrices imborrables. La sociedad estadounidense, dividida entre el progreso y la precaución, decidirá el destino de esta ambiciosa visión.

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