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sábado, abril 12, 2025
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Profesor “no binario” abandona su puesto tras polémica por exigir el pronombre “elle”: ¿Límite de la tolerancia o intolerancia injustificada?

En un pequeño instituto de secundaria, la controversia ha estallado tras la decisión de un profesor que se identifica como “no binario” de tomar una baja laboral, alegando presiones insostenibles por parte de padres y alumnos. El docente había solicitado insistentemente que se le refiriera con el pronombre “elle”, una adaptación lingüística que, según él, refleja su identidad de género. Sin embargo, esta exigencia ha desatado una ola de críticas que pone en tela de juicio los límites de la inclusión y el sentido común en el ámbito educativo.

La situación comenzó cuando el profesor comunicó a la dirección del centro y a sus estudiantes que no aceptaría ser tratado con los tradicionales “él” o “ella”, insistiendo en el uso de “elle” como una muestra de respeto a su identidad. Lejos de encontrar apoyo, su demanda fue recibida con desconcierto y rechazo. Alumnos manifestaron que les resultaba confuso y forzado adaptar su lenguaje cotidiano a algo que consideran “artificial”, mientras que un grupo de padres expresó su indignación, argumentando que la prioridad en las aulas debería ser la enseñanza, no “imposiciones ideológicas”.

“Mi hijo va a clase a aprender matemáticas, no a descifrar cómo hablarle a un profesor que inventa reglas absurdas”, declaró uno de los padres en una reunión con el consejo escolar. Otros señalaron que el español, como lengua estructurada, no debería doblegarse a caprichos individuales, especialmente cuando el pronombre “elle” carece de reconocimiento oficial por parte de la Real Academia Española.

El docente, por su parte, defendió su postura alegando que el rechazo a su solicitud constituía una forma de discriminación y un ataque directo a su bienestar emocional. Según fuentes cercanas, el profesor presentó un informe médico que justificaba su baja por estrés, atribuyéndolo a la “hostilidad” del entorno escolar. Sin embargo, esta decisión no ha hecho más que avivar el debate: ¿es razonable exigir a toda una comunidad educativa que adopte un lenguaje personalizado, o se trata de un caso de victimismo que evade la realidad?

La polémica trasciende el aula y llega a las redes sociales, donde las opiniones se dividen. Mientras algunos sectores progresistas aplauden la valentía del profesor y abogan por una mayor flexibilidad lingüística, otros lo tildan de “narcisista” y critican que se prioricen las sensibilidades individuales sobre la funcionalidad del sistema educativo. “Si cada uno pide su propio pronombre, ¿dónde queda la comunicación colectiva?”, se preguntaba un usuario en X.

El caso deja preguntas abiertas: ¿hasta dónde debe llegar la adaptación de las normas sociales para acomodar identidades particulares? ¿O es este un ejemplo de cómo la obsesión por la corrección política puede rozar lo ridículo? Por ahora, el instituto busca un sustituto mientras el debate sigue candente, y el profesor “elle” permanece fuera de las aulas, amparado en su baja. Una cosa es segura: esta historia no pasará desapercibida en la guerra cultural que sigue dividiendo opiniones.

La cruzada por “elle” demuestra que el capricho personal puede entorpecer la educación más que enriquecerla. 😒

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